El templo, como ocurre en todas las grandes civilizaciones, fue para Grecia el modelo ideal de arquitectura y constituye, junto con los teatros y las fortificaciones, el tipo de monumento del que han sobrevivido las ruinas mejor conservadas. La forma primitiva del templo dórico deriva directamente del mégaron, parte central del palacio micénico, de la que Homero da una descripción que ha confirmado la arqueología.
El templo más antiguo del que disponemos de algunos elementos, el primer templo de Artemisa Ortia en Esparta que sin duda se remonta a finales del siglo IX ANE, estaba construido en adobe y estaba compuesto de un vestíbulo y una sala dividida en dos naves por una columnata de madera.
En Creta, durante la etapa de transición hacia el Período Geométrico se levantó un buen número de santuarios; consistían en capillas de una habitación casi cuadrada o más ancha que profunda. En el interior del santuario, figuras de terracota con representaciones de la diosa se colocaban en un banco corrido situado a lo largo de la pared trasera. Existe un magnífico ejemplo de este tipo de santuario hallado en Arjánes, en Creta. Se trata de una maqueta, en terracota, donde una diosa con los brazos alzados se sienta en el interior de una cabaña circular con una abertura en el tejado, donde están dos personajes masculinos y un animal.
En Grecia, la forma básica de construcción seguía siendo el mégaron. La evolución de la casa alargada, desde el mégaron micénico hasta el templo de época arcaica está bastante bien documentada, aunque durante el Período Geométrico no resulta totalmente demostrada su función religiosa hasta que no aparezca una estatua de culto, lo cual sucede en el siglo VIII ANE, o un altar enfrente de la fachada, sobre el cual se hacían las libaciones -ofrendas de líquidos a los dioses.
La técnica de construcción es sumamente pobre en todo este período; hasta inicios del Arcaísmo, a fines del siglo VII ANE, en el continente no se utilizará la piedra más que para el zócalo de los muros. Encima de este somero murete se levantan las paredes, hechas mediante un armazón de postes relleno con adobes y recubiertos con barro; no hay ni rastro de cualquier tipo de pintura en este enlucido. El tejado era a dos aguas, a base de ramaje, como es típico en los países centroeuropeos, de clima mucho más lluvioso.
La planta de las casas suele presentar su pared posterior más o menos curvada, en forma de ábside. Con este tipo de cubierta vegetal, las casas griegas del Período Geométrico tienen su entrada siempre en el lado corto opuesto al ábside, por medio de un porche de dos columnas -el llamado dístilo- y las habitaciones se disponen unas a continuación de otras. El aspecto general es pobre, pues los materiales empleados son frágiles y perecederos; de estas casas lo único que nos queda son sus mínimos zócalos de piedra y las huellas dejadas por los postes en el suelo, apreciables únicamente en el curso de una meticulosa excavación arqueológica.
El mejor ejemplo es el Santuario de Apolo en Thermos (Etolia). Allí existió un mégaron micénico hasta la Edad Oscura. En el siglo X ANE, la planta de un nuevo edificio tiene interesantes novedades: al remate levemente absidado se une, en el exterior, una serie de basas de piedra que indican un apuntalamiento de la construcción. Las basas se disponen paralelamente a las paredes y se trata de un precedente de la perístasis’ o columnata exterior que rodea al posterior templo griego arcaico y clásico. Sobre esta interesante construcción se edificó el templo arcaico de Apolo, en el siglo VII ANE.
El nuevo templo se hizo conforme a un patrón muy extendido en la Grecia de fines del Período Geométrico, tal como lo revelan los hallazgos de Samos, Argos, Olimpia, Delos, Lefkandi y Eretria, entre otros. En ellos se pueden reconocer ya las características de los templos griegos arcaicos, aunque construidos todavía con materiales perecederos, adobe y madera sobre muros bajos de piedra. En el interior, el tejado se sustenta por medio de una hilera central de columnas de madera sobre placas de piedra
En el Período Arcaico, en los siglos VII y VI ANE, la evolución de la arquitectura hacia el Período Clásico llevó a la construcción de los edificios ya totalmente en piedra, con todos sus detalles de carpintería convertidos en elementos decorativos petrificados
Coincidiendo con el momento en que la aldea se convierte en la polis o ciudad-estado, a lo largo del siglo VII ANE, el templo adquiere su aspecto definitivo, y es quizá el monumento arquitectónico más representativo del Arte griego. Sirve para alojar la imagen de la divinidad y alguna que otra ofrenda, pues como se ha dicho, al contrario que en las iglesias cristianas, en el mundo griego las ceremonias de culto se realizaban en el exterior: libaciones -derramamiento ritual de líquidos- y sacrificios se hacían sobre un altar frente a la fachada del templo.
Por todo ello, lo más importante del templo es su aspecto externo y éste será el que más cuide el arquitecto; ha de ser independiente, es decir, no puede construirse con otro edificio pegado a él. Todas sus partes integrantes se diseñan cuidadosamente, procurando que guarden una determinada relación matemática, pues los griegos tenían un elevado concepto de la proporción, el ritmo y la simetría, ideas a las que procuran adaptar toda su producción artística. Los templos se hacen en dos estilos u órdenes arquitectónicos, dórico y jónico, correspondientes a las dos grandes áreas culturales en que se dividen los griegos, con sus dialectos, sistemas de medidas y otras características propias. El orden arquitectónico está formado por tres elementos constructivos: pedestal, columna y entablamento, cada uno de ellos subdividido a su vez en otras partes integrantes.
El pedestal o podio es el conjunto de los cimientos y los escalones que sirven de base al templo. La columna, de carácter sagrado en la Grecia de la Edad de Bronce, se constituyó en el soporte interior de las vigas del edificio y del alero exterior, además de servir para formar las fachadas y los porches de entrada. En la parte inferior, la columna del orden dórico arranca directamente del suelo y disminuye de abajo a arriba. En el orden jónico, una basa con molduras la separa del basamento. El fuste, hecho de un solo bloque al principio (recordando los troncos de los árboles de las antiguas columnas de madera), se hizo pronto a base de tambores o rodajas de piedra. Las acanaladuras recorren el fuste de arriba a abajo; en el orden dórico acaban en arista viva, mientras que en el jónico los cantos de las acanaladuras estaban cortados. En la parte superior de la columna, el capitel sirve de transición del fuste al arquitrabe, para asentar mejor el peso de la techumbre. El capitel dórico, sencillo y liso, se distingue bien del jónico, éste con sus típicas volutas.
Sobre el krépis, cimiento de piedra construido sobre los cimientos de base, se erigen las columnas y se levantan las paredes que constituyen la nave (naos) destinada a albergar la estatua del dios. Los templos más sencillos consisten en una sala cuyos muros laterales se cierran para constituir un pórtico, cerrado por dos columnas dispuestas en el alineamiento de los extremos de los dos muros exteriores: se trata del templo denominado in antis, cuya forma recuerda la del mégaron micénico. Cuando la columnata se encuentra ubicada ante los extremos de los muros –en este caso, el número de columnas suele ser de cuatro–, el monumento recibe el nombre de próstilo tetrástilo. Cuando la columnata rodea toda la nave como una jaula recibe el nombre de períptero, y suele ser el estilo más comúnmente empleado en los templos dóricos y jónicos. La misma nave también puede ofrecer una sala abierta por una columnata y que constituye un pequeño pórtico a una y otra parte de la nave central (kella). Una de ellas es el opistódomo, situado en la parte posterior, que estaba destinado a albergar el tesoro del templo. La otra consistía únicamente en una especie de porche (pronaos).
El capitel corintio no constituye en sí un orden arquitectónico, sino tan sólo una variante del orden jónico. Según la tradición, a fines del siglo V ANE, Calímaco paseaba por una necrópolis de Corinto y se fijó en una cesta de flores y frutos que unos familiares habían dejado sobre la tumba de una muchacha: Alrededor de la cesta, las hojas y las varas cuajadas de flores del acanto la habían cubierto casi por entero. Este motivo decorativo lo empleó por primera vez Calímaco como remate de una lámpara. A fines de siglo se empleó por primera vez como un capitel en el templo de Figalia, en Bassae. No constituye en sí un orden arquitectónico propio, pues combina elementos del orden dórico y del jónico. Entre los romanos fue el capitel preferido a la hora de adoptar el sistema arquitectónico griego.
La cobertura del edificio, el entablamento, se divide en arquitrabe, friso (con triglifos y metopas en el orden dórico y liso en el jónico) y cornisa. Por encima de los arquitrabes, grandes vigas dispuestas sobre los capiteles de las columnas, se encuentra el friso: el friso dórico se caracteriza por su alternancia de triglifos y metopas, a modo de cabeceras de vigas y huecos entre ellas; el friso jónico es continuo y no presenta triglifos. En los lados cortos, el templo presenta unos amplios triángulos –frontones o tímpanos– que desde el período arcaico servirán para representar escenas mitológicas a base de esculturas. Las cubiertas, siempre a dos aguas, se hacían con un entramado de vigas de madera sobre las que se disponían las tejas, construidas generalmente con barro y a veces de piedra .
La piedra local con la que se edifican los templos del Arcaísmo será sustituida por el mármol en la época clásica en aquellos lugares de especial importancia y con medios económicos suficientes. Los bloques se ajustan perfectamente unos a otros, sin emplear argamasa de ningún tipo y anclados gracias a unas piezas metálicas en su interior. El acabado de la obra incluía una capa de estuco y algunas partes recibían pintura; nuestra visión de los templos griegos como monumentos blanqueados es falsa, el paso del tiempo ha borrado el color que le dio el griego antiguo: líneas azules y rojas para las bandas verticales y horizontales, negro para el fondo de las metopas y otros colores para las esculturas y relieves que adornaban la construcción.
Para el arquitecto griego, el templo era un complejo juego de medidas y equilibrios geométricos, diferentes en cada uno de los edificios. Aunque todos los templos griegos parecen idénticos, en realidad no lo son, pues un atento examen de los mismos nos permite descubrir diferencias en las dimensiones de las plantas, en las proporciones del alzado, en las formas de resolver un detalle u otro, etcétera; en definitiva, se puede afirmar que no existe ningún templo griego exactamente igual a otro.
Entre los monumentos del orden dórico más importantes se pueden señalar algunos hitos: el Hereo –templo de Hera, la esposa de Zeus– de Olimpia, donde a fines del siglo VII ANE se construyó una primera parte de piedra y las columnas, junto con el entablamento, eran todavía de madera; el edificio consagrado a Apolo en Corinto, con sus columnas de piedra aún monolíticas, de hacia el año 600 ANE y un siglo después, hacia el año 500 ANE, el modelo ideal del dórico está completo en el templo de Afaia en la isla de Egina, una obra perfecta. A partir de este momento, la planta prototípica del orden dórico es un templo con una fila de columnas a su alrededor (períptero), en número de seis por fachada (hexástilo) y trece por cada lado largo.
En el caso del orden jónico, los ejemplos de la etapa arcaica han desaparecido casi todos. Los restos aún conservados están en el Hereo de Samos, el antiguo Artemision de Éfeso y el Artemision de Sardes, estos últimos en Asia Menor. Además de los típicos capiteles con volutas, las obras del jónico se caracterizan por su esbeltez, lejos de la fuerza y la rigidez geométrica del dórico. En Jonia (Asia Menor), los griegos orientales tenían mejores condiciones de vida, pudieron acumular una mayor riqueza y, en consecuencia, edificar con mayor suntuosidad –tanto en tamaño como en la decoración– las casas de sus dioses. El resultado es un conjunto de templos de gran tamaño y de enorme riqueza, como el Artemision de Éfeso –el edificio reconstruido en el siglo V ANE–, el cual formó parte de la famosa lista de las siete maravillas de la Antigüedad, hasta que un loco que deseaba ser famoso le prendió fuego en el año 356 ANE, en la misma noche en que nacía Alejandro Magno. Normalmente, los templos griegos eran de forma rectangular, construidos sobre líneas geométricas puras y proporciones cuidadosamente calculadas. Constituyen una excepción los templos circulares, denominados tholoi (tholos en singular), como los de Marmaria en Delfos, el de Epidauro o el de Olimpia, todos del siglo IV ANE.
Buenisimo! muy bien explicado, que interesante es imaginar a los templos en colores y no blanco como uno acostumbra pensar, Grecia estaba llena de colores
Excelente texto muy bien explicada su evolución. Realmente es lo que necesitaba muchas gracias
donde estan los dibujos de la evolucion ???? que pesima pagina
:v
Sí, es una entrada muy antigua que habría que revisar. Si conoces o tienes alguna imagen relacionada con el tema, puedes dejárnosla por aquí.
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